¡He visto la luz!

¡Usted, a la mierda, yo a otro taxi!

09/10/2007

Oigan, ¿ustedes podían decirme qué es lo que impulsa a algunos taxistas a informar al desavisado pasajero de que consideran que los rumanos son todos unos gitanazos, que los gitanos son todos gentuza y la mayor vergüenza de España después del Gobierno, claro, mire qué tetas tiene esa, me las comía yo de un solo bocao, zaca zaca zaca, y que a los negros mejor no tenerles cerca, porque son unos marrulleros y güelen mal, como los moros, y no digamos ya los sudacas, que ni hablamos porque se pasan el día en los centros de salud colapsando las consultas de los médicos, que debían ser para los españoles antes que para ellos, que vayan al médico a su país, notejode, pero no porque no saben nada los médicos de allí, y los argentinos son unos chorizos que se merecen lo que les ha pasado por venirse aquí de dentistas y porque las madres de mayo son etarras todas, como Garzón, y que los chilenos vaya desagradecidos, lo que están haciendo con la pobre familia de Pinochet, que el general sería lo que fuera, pero ya está muerto y dejó Chile saneada y sin comunistas, y qué me dice de los maricones que ahora se casan y todo, aunque mejor sería darles una buena paliza para que así se hicieran hombres de una puta vez, lo que se pierden por desviados, mire, mire ese culito que no mentereyoquepasahambre? Que se lo pregunto a ustedes porque esta misma mañana, un señor que llevaba varias vírgenes en el salpicadero, un gepeese de voz gritona obsesionado con que en treinta metros girásemos a la derecha, y la COPE a todo volumen lanzando soflamas patrióticas, me ha hecho saber todas esas cosas sin que yo hubiera mostrado el menor interés por conocerlas. Cuando el hombre ha intentado poner en mi conocimiento que Zapatero pierde aceite y que la vicepresidenta seca esa es una tortillera y encima fea, le he pedido que por favor, me permitiese viajar en silencio y recogimiento, que tan de mañana hace mucho sueño, y he recordado a un pariente mío que tuvo el valor de ser algo más expeditivo ante un acontecimiento ni siquiera parecido en los años treinta, cuando se subió a un taxi y el conductor le espetó: «¿Dónde vamos, camarada?«, a lo que mi pariente respondió: «Usted, a la mierda, yo a otro taxi«.