¿Pero quién leches es Eva?

Personajes públicos y jueces cotillas

15/05/2008

No voy a decir el pueblo, porque lo mismo se me echan encima los demagogos y me matan a dentelladas, pero el público consumidor de la llamada prensa del corazón -es decir, el pueblo- es miserable, repugnante, sucio y ruin. Los jueces del corazón, que forman parte de ese pueblo miserable, repugnante, sucio y ruin, han dictaminado que Telma Ortiz y su novio, su marido, o lo que sea ese buen señor que transita con ella por este valle de bilis y lágrimas, son personajes públicos. Y por lo tanto, deben estar permanentemente expuestos, incluso de buena gana, a las cámaras, a las gabadoras y a las plumas de esas harpías, de esas alcahuetas que hoy conocemos como periodistas del corazón, y de cuya compañía profesional tanto nos avergonzamos muchos.

Olvidémonos de que se trata de Telma Ortiz, porque el personaje despierta pasiones absurdas por el sólo hecho de haber emparentado con la familia real. Lo que han dictado los jueces cotillas hoy es que cuando las alcahuetas del tomate pongan sus ojos en alguien, ese alguien se convierte en personaje público, y chitón. Y ello, en nombre de la libertad de expresión, que es una libertad que hoy por hoy, parece que lo ampara todo, y lo ampara sin límites. Ni los periodistas tienen derecho a expresarlo todo, ni los ciudadanos a conocerlo todo. La libertad de expresión no es una libertad de los periodistas, sino el requisito para que el derecho a la información, que es un derecho de los ciudadanos, y no de los periodistas, sea pleno. Los ciudadanos tienen derecho a saber lo que tienen derecho a saber, y para que lo puedan saber, los periodistas deben realizar su trabajo con libertad.

Pero esa libertad no ampara a quienes cuentan aquello que el público no tiene derecho a conocer. Y el público, no me cabe duda alguna, no tiene derecho a conocer ciertas cosas, como por ejemplo, datos contenidos en un sumario declarado secreto o la vida privada de aquellas personas que -sean personajes públicos o no- no quieran contarla. Los jueces cotilllas, consumidores compulsivos de tomates maduros, es un suponer, han dado el pistoletazo de salida para que la prensa del corazón ponga sitio mañana a las casas de José Bono, de Gaspar Llamazares o de María San Gil, y les destrocen la vida. Mierda de país y mierda de prensa, que está toda aplaudiendo la decisión injusta de la mierda de jueces del corazón. Qué vergüenza, ¿no?