Estoy en el centro de mi mundo, y soy incapaz de ignorar tal cosa.

¡Anda, la chacha!

01/06/2008

La verdad es que los italianos no deberían tener esas dudas que manifestamos nosotros acerca de si nuestra derecha es franquista o no lo es. Ellos pueden tener bien claro que su derecha es fascista, así con todas las letras, y sin el cocorrido «neo». Lo cual no es ni mejor ni peor que ser franquista, que el que no se consuela es porque no quiere. Recuerden ustedes que el fundador del fascismo, Benito Mussolini, alarmado por las matanzas de Yagüe en Badajoz, amenazó al Caudillo en plena guerra civil con retirarle la ayuda militar italiana si continuaba postergando la victoria en aras de la purga. Pero no nos distraigamos, que no es este el caso que hoy nos ocupa.

El caso es que la derecha, fascista o franquista, liberal, conservadora o centrista, exaltada o bienpensante, española o italiana, es la derecha y tiene sus cositas. En Italia, hace unas semanas, la extrema derecha ganó las elecciones, y la turba lo celebró quemando las casas de unos pobres inmigrantes rumanos. Para atajar el asunto, el nuevo gobierno italiano decidió cumplir inmediatamente su promesa electoral -y la demanda de la turba- de enchironar a todos los inmigrantes sin papeles.

Y se pusieron al tajo, con un ánimo racista y xenófobo que le quitaba el hipo al más pintado. Hasta que la señora Ministra de Igualdad de Oportunidades dio la voz de alarma: «¿Eh, que va a pasar con la chacha de mamá?«. Y empezaron las dudas.

En pocos días, los líderes de la nueva derecha italiana se encontraron ante el dilema de distinguir entre el inmigrante-problema y el inmigrante-solución. Es decir, hay que detectar a aquellos inmigrantes que cambian el pañal al abuelo, limpian la cocina, fruegan el baño, cuidan a los niños y pasean a los perros, por unos seiscientos euros menusales -sin seguros sociales, porque claro, no tienen papeles, los pobres- antes de expulsar a nadie de Italia. Al inmigrante solución -o más bien a su explotador- hay que buscarle una salida, no sea la cosa que se encuentre la señora Ministra de Igualdad de Oportunidades fregando los platos entre despacho y despacho con el nuevo duce, digo con la momia esa en que se ha convertido Berlusconi.

Y tienen que ser además saslidas solidarias, es decir, hay que encontrar la forma de ser «tolerante» con ellos, y de mirar para otro lado ante la ausencia de papeles y que puedan mantener su situación actual, no sea que a la señora Ministra, o a su mamá, le vaya a salir la broma esta en otros trescientos euros de seguros sociales.

Y en cuanto este asuntillo este del servicio doméstico esté resuelto, pues al trullo con los demás.

En fin, la derecha y sus cosas.