A mí, el tomate frito me gusta muy dulce, por eso le pongo tres cucharadas soperas de azúcar por medio kilo de tomate.

Como me cruce con un católico le doy dos hostias

21/06/2009

No sé si han visto ustedes el repugnante anuncio que ha puesto en circulación la Iglesia Católica para pedir a los contribuyentes que marquemos la casilla en la que se destina parte de nuestros impuestos a su financiación, bajo el lema «por tantos«. Yo lo he visto varias veces, y siempre me quedaba con un extraño sabor de boca. Algo no me cuadraba, pero no sabía exactamente qué… Acabo de darme cuenta de lo que es y soy presa de la ira. Qué chorizos, qué mangantes son estos católicos. Y qué chulitos. Y no me refiero sólo a los obispos, a los que además de mangantes y chorizos, se puede acusar también de otras cosas mucho peores, como amigos de varios tipos de asesinos, entre ellos asesinos en masa, o justificadores de violadores de niños…

No, en esta ocasión no sólo hablo de los obispos, sino que hablo de todos y cada uno de los católicos, o mejor dicho, de todos y cada uno de aquellos que han marcado la casilla de la Iglesia Católica en su declaración del IRPF: son unos chorizos, unos mangantes, que están robando al estado, que nos están robandonos a todos nosotros, a  nuestros colegios, a nuestros hospitales, a nuestras carreteras, a nuestras fuerzas de seguridad, a nuestras queridas Fuerzas Armadas, a los recusos con los que financiamos todos esos servicios. Y encima se regodean de ello. Es indignante: el anuncio invita al contribuyente a marcar la casilla de la Iglesia Católica, y termina diciendo: «¡No pagarás más!«. Se regodean en que somos todos y cada uno de los que no queremos financiar a una organización tan antipática, los que pagamos en realidad -presionados por la capacidad coercitiva del estado- ese impuesto revolucionario que con el que  la Iglesia nos extorsiona a todos. «¡No pagarás más!» Ellos marcan la casilla, y con ello deciden lo que se hace con lo que pagamos todos.

Así que ya sabe: si tiene un amigo, un vecino o un pariente que ha marcado la antipática casilla, exíjale que le devuelva su dinero. A hostias si hace falta, pero que nos devuelvan lo que es nuestro, y si quieren financiar a su secta destructiva, que hagan como el resto de los sectarios: apoquinar, rascarse el bolsillo.

Por cierto, ¿no les pica la curiosidad sobre la casilla que habrá marcado el decuartizador de inmigrantes de Real de Gandia? A mí sí, aunque me lo barrunto.