Con Breznev, todo esto no hubiera pasado.

Delitos políticos

28/01/2010

Vaya por Dios. Su Señoría, la comisaria jueza -y digo bien comisaria, porque quien no se niega a juzgar en democracia delitos políticos es más comisaria que jueza- que ha recibido el encargo gubernamental de entrullar de nuevo a Arnaldo Otegui por sus opniniones políticas -y no por otra cosa- se ha enfadado, la mujer. Es que Otegui, además de vasco, chungo y terrorista, es un maleducado. Porque a ver si no podía haber cometido su delito de enaltecimiento del terrorismo en español o en ruso, como un buen patriota, y no en la lengua esa de los pastorcillos vascos, que no hay quien la entienda. En cinco años, ninguna de las partes del el proceso -ni el fiscal, ni la acusación particular, si la hay, ni la comisaria jueza- ha entendido lo que dijo Otegui, porque lo dijo en vascuence, y nadie se ha tomado la molestia de traducirlo. Pero sabemos que dijo algo, que ya es bastante.

Yo he sido delincuente político. Tengo oficio. Por eso sé que los delitos políticos se cometen en público. A diferencia de los atracos a los bancos o la trata de niños, el delincuente político no esconde su autoría, ni su identidad, sino se enorgullece de su delito, porque obra en favor del engrandecimiento de su causa, y no niega su comisión. Es más, busca después que la acción de la justicia recaiga sobre su persona, al objeto de poner de manifiesto las contradicciones del sistema democrático. Por eso, la desobediencia civil sólo tiene sentido en democracia, ya que en otras circunstancias es simple y llanamente resistencia. A diferecia del atracador de bancos o del defraudador de hacienda, el delincuente político delinque sin peluca ni aditamentos, sino que lo hace a cara descubierta, como diciendo: aquí estoy yo, que he venido a enaltecer el terrorismo.

Enaltecer el terrorismo no puede ser otra cosa que un delito político, ya que, salvo que se enaltecezca tal cosa con una carga de amonal, en cuyo caso estaríamos hablando de un delito común y vulgar, el tal enaltecimiento no es más que la emisión de una opinión. Razonablemente, las opiniones no pueden ser delictivas. Sin embargo, cada vez es más frecuente, al menos en nuestra democracia lisiada, la aparición de delitos que tienen como base la expresión de una opinión. Por eso, se puede amenazar -casi con la Ley en la mano, que va a haber que dejar de escribir Ley con mayúsculas- a dirigentes de partidos políticos legales con que mucho ojito con quien hablan, o a quién llevan en sus listas, como ha ocurrido estos días.

El caso es que a Otegi se le acusa de cometer un delito de enaltecimiento del terrorismo, y no cuela, se cae el asunto por su propio peso. En primer lugar, porque el delito de enaltecimiento del terrorismo no debería existir. Yo mismo apoyo a las milicias de Hamas en su lucha, por cualquier medio, contra la ocupación ilegal israelí. No sé si eso me convierte en un delincuente. Pero además de que tal delito no debería existir, porque es un delito político, que consiste en emitir una opinión, es evidente para cualquier persona que tenga dos dedos de frente que Arnaldo Otegi no ha cometido tal delito.

Efectivamente, si Otegi hubiera enaltecido el terrorismo, es decir, si hubiera emitido una opinión en el sentido de que el terrorismo es una forma legítima de lucha, lo lógico es que no lo negara, sino que se reafirmara en ello constantemente. Si se emite una opinión es en aras de su propagación, por eso no tiene sentido emitirla y luego decir: «yo no he sido«. Si Arnaldo Otegi hubiera cometido tal delito, como cuando yo me negué a ir a la mili, no se defendería ahora, sino que lo reclamaría orgulloso, sabedor de que su juicio farsa no sería otra cosa que un altavoz para su causa.

Así que no cuela. A Arnaldo Otegi se le persigue porque sostiene unas ideas políticas que la democracia española ha decidido que son intolerales. Arnaldo Otegi no ha matado a nadia, ni ha secuestrado a nadie, ni ha robado ningún banco, tampoco ha puesto en marcha un ERE irregular, ni ha vendido cientos de billetes de avión sin prestar el servicio, no ha estafado a Hacienda, ni tiene empleados a los que escamotea el pago de la seguridad social. Arnaldo Otegui es un ciudadano que se ve en problemas por sus opiniones políticas. Y eso es intolerable.

Por eso, Arnaldo Otegi tiene todo mi apoyo y mi simpatía.