¿Por qué ahora los jefes y jefazos tienen cargos en inglés, y los más chulos, incluso en siglas?

Mi modelo de estado, para don Mitxel

22/02/2010

Me pide don Mitxel –quizás con algo de razón- que deje de hablar de qué modelo de estado no me vale, y trate de definir, en positivo, cuál sería mi modelo de estado ideal. Voy a intentar hacerlo. En resumen, yo soy un jacobino posibilista. Es decir, asumo el estado federal, ya que soy consciente de que España -salvo las cuatro décadas de dictadura, nuca ha sido un estado unitario. El modelo de Franco es el único que conocemos, y no nos vale.

Así que descartado el estado unitario, yo aceptaría gustoso un sistema realmente federal en el que ciertas competencias se compartieran y se delegaran en una administración federal, que no central. Sería una buena idea además que para simbolizar esa federalidad no centralista la capitalidad federal fuera compartida entre varias ciudades, y que esas ciudades no fueran parte de ninguna de las entidades federadas, sino administradas por el gobierno federal, como ocurre en otras federaciones. Es algo simbólico, lo sé, pero lo simbólico en política –y en especial en esta parte de la política- es a veces esencial.

En cuanto a las competencias, que insisto, serían compartidas entre las entidades federadas, y no centrales de un gobierno “ej-pañol”, yo creo que habría que compartir necesariamente educación, sanidad, servicios sociales, y seguridad social, para que el estado federal garantizase la igualdad de acceso de todos los ciudadanos, vivan donde vivan, a dichos servicios.

Y advierto antes de que se ponga a gritar la “Antiej-paña”, que cuando digo que creo que las competencias en educación tienen que ser del estado federal, no quiero decir que el estado tenga que dictar los contenidos de la enseñanza, que es ese otro asunto que creo que definir ahora es difícil, sino que el estado debe garantizar el sistema público, de calidad, libre, laico y gratuito en todo el territorio.  En cuanto a las cuestiones llamadas nacionales, que tanto preocupan a algunos en ambos sentidos, y a mí nada, pues sencillamente, sentido común: todas las lenguas del estado deben ser conservadas y mantenidas, se debe garantizar a quien quiera aprenderlas que pueda hacerlo en cualquier parte del estado, y tampoco veo problema en que cualquiera de las lenguas del estado sea lengua vehicular de la enseñanza allí donde haya demanda, sea Sevilla o Bilbao. Con sentido común y racionalidad, esto es fácilmente asumible.

En cuanto a las políticas fiscales, y ahí es donde creo que va puede estar el problema, deben ser las mismas en todo el territorio, o mejor dicho, creo que el estado federal debe garantizar un sistema impositivo justo, directo y progresivo que nos permita financiar todo el estado del bienestar. Si una vez garantizado esto, los estados federados quieren añadir más impuestos al sistema, son muy libres de hacerlo. Lo que no sería posible es la existencia de territorios que tuvieran sistemas impositivos propios, ajenos al federal, o privilegios en el pago de impuestos. Sé que el asunto es polémico, pero hay que tener en cuenta dos cosas: una, que en líneas generales, cuestionar los impuestos no es de izquierdas, sino de derechas, y dos que no estoy hablando de la actual España de las autonomías, sino de un estado federal ideal que don Mitxel me pide que proponga. Y habría que asumir que igual que las rentas más altas contribuirían más al fisco, los estados más ricos también aportarían más.

No soy especialista en derecho administrativo, ni en derecho constitucional, ni en sistemas políticos. Simplemente respondo desde el punto de vista político a una pregunta política que me han hecho. Soy consciente de que he hablado de las grandes cosas, y de que se quedan muchas cosas en el tintero, muchas competencias de menor calado y trascendencia que las anteriores, que no he dicho lo que haría con ellas. Lo cierto es que ni lo sé, ni me atrevo a aventurarlo, pero intuyo que para que todo esto fuera real y no una simple ficción política, sería preciso que este estado tuviese un proceso constituyente que no suscitase en ninguna de las partes federadas la desconfianza ni hacia el propio estado federal ni hacia el resto de las partes, un proceso constituyente durante el cual se establecería que ocurre con todas esas competencias de mayor o menor trascendencia política, y, para terminar, un proceso constituyente que definiese el sistema político mediante el que se administraría todo esto, es decir, el reparto del poder político. Si esto se hace correctamente, ya no es posible hablar de centralismo.

Para terminar, señalar que este modelo me parece mejor cuanto más grande es el territorio al que abarca. Por razones de coyuntura, estoy hablando del territorio que hoy conocemos como España, que es parte de la península ibérica, pero a mí me valdría igual para Europa. De hecho, si en España es difícil llegar a un modelo realmente federal precisamente porque la federación es el acuerdo entre partes que deciden compartir ciertas prerrogativas, y eso habría que simularlo, ya que esas partes no existen de hecho, por no hablar de las resistencias numantinas que se producirían por parte de de la derecha nacionalista española, en la Unión Europea, sería perfectamente posible iniciar un camino realmente federal y democrático al que parece que hemos renunciado.

Pues ahí lo tiene usted, don Mitxel. Le toca.