¡Ya es mañana, ya es mañana!

¿Velo sí, o velo no?

20/04/2010

Las monjitas son seres discretos y humildes, lamentablemente encarnadas en cuerpos de mujeres.  Si los cristianos creyeran en la reencarnación, como los budistas y otros infieles, estarían seguros de que las almas de las monjitas hicieron algo atroz en vidas anteriores para que Dios las obligue ahora a vivir en  sucios cuerpos de mujer. Las monjitas son seres humildes y discretos -decía- incómodos con los cuerpos que el Señor les ha dado, y por eso se visten con tocados, velos, hábitos, gruesas medias y zapatones negros que no permiten que se les vea más que la cara, esa parte del cuerpo a través de la que se asoma el alma, que es su verdadero ser. De esta manera, las monjitas, que suelen convivir y trabajar con sacerdotes y para sacerdotes, no despiertan el deseo sexual de estos santos hombres, lo cual no deja de ser un despiste de la divinidad, que el día que decidió todo esto debía andar con la cabeza en otra cosa -si es que no se puede estar en todo-, ya que todo el mundo sabe que el deseo sexual de los sacerdotes sólo lo pueden despertar los niños, y cuanto más pequeños, mejor.

Esto lo sabemos bien, porque en España, las monjitas, esos seres humildes, están por todas partes, y gozan, en líneas generales de la simpatía de la sociedad. Las vemos por la calle, normalmente en parejas, para defenderse mejor del mundo hostil, las vemos en los hospitales, ayudando a los enfermos -aunque los enfermos no quieran ese tipo de ayuda- las vemos incluso en ese tipo de colegio público que es el colegio concertado, en el que no sólo enseñan a los niños y niñas la ley de Dios, sino que también les enseñan matemáticas, ciencias, historia, e incluso los suelen dirigir y poseer, agrupadas en órdenes religiosas. Hay monjitas que se avergüenzan de sus cuerpos, cubiertas desde la cabeza a los pies, y mostrando sólo su rostro santo y sereno, en los colegios públicos españoles.

Por esta razón, me llama mucho y muy poderosamente la atención que la dirección de un instituto de Pozuelo de Alarcón -localidad especialmente antipática de Madrid- haya prohibido a una joven de 16 años acudir al instituto con un velo sobre la cabeza. Habría mucho que discutir sobre este asunto, que es uno de los pocos temas de trascendencia social y pública sobre los que no tengo una opinión clara. Entiendo perfectamente a quien dice que se debe proteger a las mujeres -y especialmente a las jóvenes- de la presión social y familiar que puedan ejercer sobre ellas comunidades integristas musulmanas que las obliguen a taparse, como muestra de sumisión femenina. Y creo que en estos casos hay que ser expeditivo: no al velo. Y en este caso, quizás habría que proteger también a las monjitas…

Sin embargo, no entiendo que el velo pueda ser prohibido a quien quiera llevarlo libremente, tanto si es como símbolo religioso, como si es una vestimenta más, porque digo yo que qué habría ocurrido si entre las adolescentes de Pozuelo aparece la moda del pañuelo en la cabeza, que es, por cierto, de mucho mejor gusto que ir con los pantalones caidos y enseñando el tanga… Cada país tiene sus peculiaridades, y mientras en Francia la prohibición del velo en las escuelas es simplemente parte del carácter laico del estado, porque junto al velo están prohibidos los crucifijos y cualquier otro símbolo religioso, en España es manifestación del carácter excluyente y autoritario de la derecha miserable que manda unque no gobierne, y que -con el pretexto de que «no son de aquí, no es lo propio de aquí«- luchan por la desaparición del velo en la escuela, pero se escandalizan cuando alguien propone que desaparezcan los crcifijos de nuestras aulas.

Y por supuesto, la dignidad de la mujer se la trae al pairo.

También escriben sobre este asunto Doña Inés y Don Kabila, y don Paco Piniella, y don Ventanas, y don Mikel Arana, y doña Àngels, y don Manolo Saco, y don Viul, y  don Antoine,