¿Les he dicho ya que me cago en la reina de Dinamarca, y con un ánimus iniuriandi del copón bendito?

Algunas consideraciones postelectorales. (y II) Mis opiniones.

24/11/2011

Disculpen por el ladrillo, pero no he podido resumir más. Se lo numero, como ayer

1.- No voy a discutir sobre si ha ganado el PP o ha perdido el PSOE. Lo cierto es que el PP consigue convocatoria tras convocatoria algo que ya quisiera para sí la izquierda: no alejarse demasiado de su techo absoluto, es decir, en número de votantes, y no en porcentaje. Cuando el PP perdió el gobierno en 2004 obtuvo 9.7 millones de votos. El pasado domingo, obtuvo 10.8 millones, y en 2008 10.2 millones. El PSOE, en cambio, ha pasado de 11,2 millones de votos, a 6.9. Es la izquierda convencional –aceptado al PSOE en ella- la que tiene grandes oscilaciones en su número de votantes en función de las circunstancias. El PP tiene un electorado disciplinado, y ese es un rasgo definitorio del sistema electoral español.

2.- El PSOE es un aparato político al servicio de políticas de de derechas que tiene secuestrado a un electorado de izquierdas. Una parte de este electorado es fiel y disciplinado y tiende a votar siempre las candidaturas socialistas, al calor de un miedo a la derecha que es irracional, ya que con sus votos están apoyando políticas económicas al servicio de los intereses de la derecha. Estos votos son los emitidos por siete millones de personas, es decir, el suelo del voto socialista que hemos conocido el pasado domingo. Hay otros 5 millones de votantes socialistas que se desmarcan cuando dejan de confiar en el PSOE.

3.- El movimiento de los indignados, el movimiento que hemos conocido durante los últimos meses en las calles y plazas de España ha sido un fracaso, al menos desde el punto de vista de influir en la política institucional, que es donde está el poder político. Ni ha aumentado la abstención, ni los porcentajes alcanzados por los votos en blanco, nulos o a candidaturas que reflejaran ese descontento global con el sistema han sido significativos, aun existiendo.

No voy a mantener la ficción de que el movimiento de los indignados transversal, porque no lo es. Los ciudadanos y ciudadanas que convocados por dicho movimiento hemos salido a la calle en diferentes tipos de acciones y manifestaciones durante este tiempo éramos de izquierdas, porque  estábamos participando en una movilización que planteaba la defensa del estado del bienestar en peligro por los recortes sociales ordenados desde Bruselas, Berlín y París, porque estábamos reclamando la salida de la política de los corruptos, y porque estábamos luchando por el control político democrático del poder económico, y por una democracia real, abierta y participativa que poco o nada tiene que ver con la que conocemos. Sin embargo, este movimiento ha tenido muy poco reflejo en los resultados electorales. Incluso siendo generosos y no incluyendo a UPyD entre los partidarios del actual “status quo”, el stablishment democrático sigue controlando el 80 por ciento de los votos y el 90 por ciento de los escaños. Y es que la revolución no se hace para dejar el poder a los que lo tenían, sino para tomarlo. Y el movimiento indignado ni ha tomado el poder, ni lo ha intentado. Ha sido un chasco de revolución.

Mi impresión es que el gran beneficiado realmente del movimiento de los indignaos ha sido UPyD, a través del colectivo #nolesvotes.

4.- Izquierda Unida ha conseguido un éxito grande, pero relativo. Diría que una victoria amarga, pero a juzgar por la alegría incontenida de Cayo Lara durante la noche electoral, no me atrevo a afirmar tal cosa. Izquierda Unida ha conseguido 11 diputados, 9 más que en la convocatoria anterior, y ello es importante, sin duda, porque va a permitir un cierto rearme organizativo, político, moral y económico de la formación. Pero este aumento hay que enmarcarlo en el resultado general de derrota absoluta de la izquierda, que hace prácticamente imposible que estos 11 diputados vayan a tener alguna influencia política real.

En mi opinión, cuando se hace una campaña electoral como la que ha hecho Izquierda Unida, llamando a la mayoría de la población (#somosmas) a que se rebele (#rebelate) y elija (#tueliges) entre recortes o políticas sociales, se está fracasando si esa mayoría social a la que se apela decide votar masivamente a las opciones políticas que han hecho los recortes o que anuncian que van a seguir haciéndolos. Y eso es lo que ha pasado.

5.- EQUO ha fracasado claramente en estas elecciones generales, porque no ha logrado obtener un escaño por Madrid, que era el objetivo marcado y al igual que ocurre con Izquierda Unida, el fracaso de la izquierda es nuestro fracaso también. Han operado factores como la falta de madurez organizativa del proyecto, las restricciones políticas impuestas por las reformas electorales pactadas por PP y PSOE y el desconocimiento de nuestro proyecto por parte del electorado, pero también hemos cometido algún error como no haber querido definir nuestro proyecto como un proyecto de izquierdas.

Sin embargo, a pesar de la derrota principal de no haber logrado presencia parlamentaria en Madrid, los 210.000 votos conseguidos para las candidaturas de EQUO nos permiten seguir adelante en la construcción de un nuevo partido político que es heredero de la tradición verde española, pero que la rebasa abundantemente, y se nutre de otras tradiciones de la izquierda, y de algunos planteamientos novedosos,  como demuestra el hecho de que EQUO ha triplicado los votos obtenidos por las candidaturas verdes en la anterior convocatoria electoral.

EQUO es un hecho ya en la política española. Ha venido para quedarse. No es, como pretenden hacer ver algunos, una reedición de experiencias anteriores destinadas exclusivamente a una contienda electoral. Es una opción política soberana e independiente, que se enmarca en el espacio de la izquierda verde, que hace suyos y prioritarios planteamientos de renovación y profundización democrática del sistema y de los propios partidos políticos, que apuesta por la sostenibilidad como un triángulo equilátero social, ecológico y económico y que pretende ocupar el espacio que le corresponde en el panorama político español, sin aceptar abanderamientos, ni liderazgos, ni directrices, ni imposiciones de ningún otro partido, pero que desea colaborar con lealtad con el resto de las formaciones políticas y sociales de la izquierda en todos aquellos objetivos comunes que se presenten durante la legislatura, que seguro que son muchos.

A la formación de dicho partido político vamos a dedicar nuestros esfuerzos los próximos meses y años, y yo mismo he decidido comprometerme en ello.

En definitiva: Las elecciones del 20 N han sido un desastre monumental para la izquierda. La aparición de los 11 diputados y diputadas de Izquierda Unida, del de Compromis-EQUO, de los 7 de Amaiur, que Uxue Barkos y Gaspar Llamazares hayan mantenido sus escaños, siendo, como son, buenas noticias, no nos permiten matizar de ninguna de las maneras el fracaso estrepitoso de la izquierda española, que, en pleno escenario de recortes sociales, políticos y democráticos en toda Europa, ha sido incapaz de convencer a la mayoría social perjudicada por los ataques del capital (lo de los mercados me parece esotérico) para que se transformase en una mayoría política que plantase cara al desmantelamiento del estado del bienestar.

La izquierda española debe preguntarse dos cosas: ¿por qué no ha sido capaz de recoger los cinco millones de votos perdidos por el PSOE? ¿Por qué la mayoría social perjudicada por los recortes sociales y el adelgazamiento del estado del bienestar continúa votando a las opciones políticas que lo recortan, principalmente PSOE, PP y CiU?

La ley electoral no ha sido en esta ocasión nuestro principal enemigo.