El problema de no mancharse las manos con sangre ajena es que alguien se las manche con la nuestra.

¿Y ahora qué?

19/02/2012

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El otro día escribí un twit que enfadó a dos amigos sindicalistas, uno de UGT y el otro de CCOO, y se inició un debate acerca de si ambos sindicatos tienen o no demasiado puesta la vista en llegar a acuerdo, y en si no es demasiado tibia la respuesta que están dando no ya a la reforma laboral sino a la sucesión de ataques que se están produciendo contra  derechos conseguidos tras décadas de luchas y sacrificio de quienes nos precedieron. En otros hilos de twits se habla de cosas parecidas, y algunos ponen de ejemplo de actuación a los sindicatos vascos, que han convocado una huelga general en Euskadi para el 29 de marzo.

Y yo, la verdad es que en esto –como en casi todo últimamente- me encuentro en un auténtico berenjenal. Fui militante de CCOO, y abandoné el sindicato porque me dejó tirado, junto a otro compañero que fuimos represaliados precisamente por nuestra actividad sindical en CCOO en nuestra empresa. Era un periódico de una capital de provincias, y parece que CCOO no quiso enfrentarse a él. Así que nos sacrificó con milongas. Evidentemente, me di de baja en el sindicato, pero desde fuera, lo seguí considerando mi sindicato, y lo apoyé siempre. Aún hoy, creo que hay que reconocerle la mayoría sindical de que dispone, y creo que hay que separar a los militantes que realizan el trabajo sindical en las empresas, en condiciones cada vez más precarias –es heroico, por ejemplo el trabajo de los compañeros de CCOO en El Corte Inglés- de las cúpulas, compuestas en muchos casos por personas que hace años que no pisan una sección sindical y una empresa más que de visita.

Tras el éxito de las manifestaciones de hoy, sin duda CCOO y UGT se pondrán a trabajar en la convocatoria de una huelga general. En mi opinión, lo primero que deberían hacer es sumarse a la convocada por los sindicatos mayoritarios en Euskadi, y pensar si el 29M es buena fecha para hacer la convocatoria extensiva a toda España o quizás hay que buscar otra fecha, para dar dos golpes, eso sí, acompañando la convocatoria de Euskadi con manifestaciones masivas de apoyo en todas las ciudades españolas.

En cualquier caso, y como ha señalado alguien en twitter, los sindicatos -y todos nosotros- no deberíamos perder de vista que el objetivo no es llenar las calles de gente, ni tener éxito en una huelga general, sino echar atrás la reforma laboral. Y eso, probablemente no se va a conseguir con una huelga general de 24 horas, ni con unas cuantas manifestaciones por masivas que sean. Los sindicatos mayoritarios tendrán la tentación de –si las protestas son efectivamente masivas, y la huelga sale bien- sentarse con el gobierno y llegar a algún acuerdo puntual. No es posible eso, ni debemos aceptarlo: si algún día, el mismo gobierno que hoy clama contra los sindicatos alaba su responsabilidad, es que nos han dado gato por liebre.

Sin embargo, hay que pensar lo que significa hoy, con la reforma laboral vigente, participar en una huelga general en cuya represión van a poner gobierno y patronal toda la carne en el asador. De entrada, a cualquier trabajador se le puede despedir casi sin explicación alguna. Eso es algo que los empresarios españoles, que son unos sinvergüenzas, saben y van a usar en los días previos a la huelga, para sembrar el miedo entre sus empleados. Por eso, es importante que haya piquetes y que sean contundentes y no sólo informativos: mucha gente va a querer hacer huelga, pero no se va a atrever: hay que impedirles físicamente entrar a trabajar, para que los empresarios no puedan acusarles de nada. Hay que parar el transporte, con cualquier medio. No se pueden aceptar servicios mínimos en el transporte de ninguna manera, y hay que sembrar el caos en las carreteras. No estamos hablando, pues, de una de esas huelgas generales que se hacían antes: estamos hablando de multiplicar la contundencia a la hora de golpear a un enemigo que ha elevado la intensidad del ataque hasta lo indecible. Y por cierto, hay que empezar a pensar que, probablemente en muy poco tiempo, las huelgas deban hacerse en la ilegalidad, si prosperan las propuestas de la CEOE, que prosperarán. Así que a entrenarse.

No hay que dejarse engañar por los cantos de sirena de la derecha acerca del derecho al trabajo de los esquiroles. No todos los esquiroles los son por decisión propia. Hay que saber diferenciar. A los esquiroles obligados, hay que facilitarles el no entrar a trabajar, a los esquiroles vocacionales hay que hacerles sentir el miedo.

Nos encontramos, que no lo dude nadie, ante un episodio de lucha de clases, en España y en la Unión Europea. El enemigo está atacando con contundencia, con decisión y sin complejos. Debemos tomar conciencia de ello y responder al ataque con la misma contundencia.

Pero como decía antes, creo que con una huelga general de 24 horas, salvo que deje al gobierno en estado de shock, como ocurrió el 14D por lo inesperado, no se va a resolver el problema que tenemos: hay que tumbar la reforma laboral, y no solamente corregirla, como han dicho esta mañana algunos en la Puerta del Sol. Una huelga indefinida es probablemente insostenible: el estado tiene en su mano todas las herramientas propagandísticas y represivas para acabar con ella. Por eso, hay que buscar formas de causar daño y de, como decía alguien en twitter esta mañana, sembrar el caos: ellos tienen el poder de imponer una legislación injusta, nosotros el de sembrar el caos. Estamos en guerra y somos la parte débil, porque el enemigo tiene las fuerzas represivas y propagandísticas de su mano. En estas condiciones, no hay más remedio que poner a la imaginación a buscar formas de golpear que hagan daño real y cuyo riesgo asociado podamos asumir. Ya lo hicimos con la insumisión.

Y eso ya no es cosa de los sindicatos, es cosa de todos, pero hay que ponerse a pensar cómo.