¡He visto la luz!

En el 85 aniversario de la muerte de Lenin

21/01/2009

Con Vladimir Ilich Ulianov, Lenin, se han cometido dos grandes injusticias: la primera,  no enterrarle, a 85 años de su muerte, y convertirlo en atracción turística; la otra, no considerarle como una persona que actuó en el momento histórico que le tocó vivir como creyó que debía hacerlo, con sus aciertos y con sus errores, sino como una especie de encarnación del bien cuya producción teórica sólo fue superada por la de Marx, según nos dicen estos días desde cátedras en las que seguro que no han leído, al menos con provecho, ni a uno ni a otro (y probablemente ni a Enid Blyton, pero ese es otro debate). De ambas injusticias históricas han sido responsables, como de muchas otras, los comunistas, y no hablo aquí inspirado por anticomunismo alguno, que nunca profeso, ni refiriéndome a aparatos de ningun partido, sino que me refiero a los cientos de miles de comunistas de tribuna y de a pie que en estos ochenta y cinco años han convertido a Lenin en lo contrario de aquello que a él -como a cualquier persona responsable, inteligente y honesta- le hubiera gustado llegar a ser ochenta y cinco años después de su conocimiento definitivo de lo imponderable: alguien de cuyos aciertos y de cuyos errores se puedan sacar enseñanzas para la acción futura. Los leninistas han convertido a Lenin en una momia biológica y en una momia política. Y siguen explotándolo a los 85 años de su fallecimiento. ¿Cuándo enterrarán al pobre Vladimir Ilich? No sé, quizás estén esperando a que la Parca se lleve al compañero comandante, cosa que según me dicen, podría haber ocurrido hoy mismo, para relevar a Lenin y poner nueva momia de guardia.

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