El problema de no mancharse las manos con sangre ajena es que alguien se las manche con la nuestra.

La Iglesia y la recta razón

07/05/2005

No es el propósito de esta nota hablar sobre el tema de los matrimonios homosexuales, sino comentar el tremendo comunicado que sobre el tema ha hecho público recientemente la Conferencia Episcopal Española. En dicho comunicado se afirma algo tan terrible como lo siguiente: «la ley que se pretende aprobar carecería propiamente del carácter de una verdadera ley, puesto que se hallaría en contradicción con la recta razón y con la norma moral». Esto me hace pensar que la Iglesia o, mejor, la jerarquía eclesiástica, se ha encontrado con un pequeño cuello de botella histórico y está atascada en los momentos previos a la caída del Antiguo Régimen. No debería ser necesario aclararlo, pero creo que debo señalar -por si las moscas- que no me refiero al franquismo sino al absolutismo monárquico.

Y es que no de de otra forma se puede entender la frasecita de marras. A mí me parece bien, y lo respeto, que la Iglesia tenga sus ideas acerca de lo que debe ser el matrimonio civil, como respeto las ideas del Partido Comunista sobre la propiedad de los medios de producción. Lo que no puedo respetar ni tolerar, en mi calidad de ciudadano, es que la Iglesia pretenda establecer un filtro que sea el que señale qué leyes gozan de carácter de verdadera ley, y cuáles entran o no en contradicción con la recta razón y con la norma moral. ¿Por qué la Iglesia sí e Izquierda republicana de Cataluña no?

¿Conocen nuestros obispos la historia reciente? ¿Saben quizás qué es la legitimidad y qué es el imperio de la Ley? ¿Conocen que desde hace ya tres siglos no es Dios la fuente de legitimidad? ¿Saben que en democracia la Ley obliga a todos, incluidos aquellos que no están de acuerdo con ella? ¿O es que quizás el liberalismo sigue siendo pecado? ¿Están dispuestos los obispos a asumir las consecuencias legales que pueda tener la desobediencia a la Ley, o van a resucitar los anatemas contra quienes la hagan cumplir, acusándoles de persecución religiosa?

¿Va a proponer la Iglesia el establecimiento de una oficina que otorgue el Nihil Obstat a las leyes que el poder legislativo tenga previsto aprobar, para así asegurarnos de que no entren en contradicción con la recta razón y con la norma moral y tengan por tanto carácter de verdaderas leyes?. ¿Por qué piensan los obispos que el resto de ciudadanos tenemos el menor interés por guiarnos por su «norma moral»?¿Qué les autoriza a suponer que no hay otra norma moral que la suya, y que esta debe ser impuesta al común de los mortales?.

Es más, y para terminar: ¿Cuál es la recta razón? ¿Quién mide si es recta?