¿Saben ustedes si hay tirantes para tanga?

Vuelve el 36

17/09/2005

Si hace unos días les recomendaba la lectura de este interesantísimo artículo de Javier Tusell -si no lo han hecho ya léanlo- sobre el revisionismo histórico, hoy les voy a recomendar otro sobre el mismo tema, de Antonio Elorza, que ha sido publicado en El País, y que reproduzco por su interés.

Cada diez años vuelve a visitarnos el espectro de la Guerra Civil. En 1996 fue especialmente cordial y tuvo como momento estelar la visita y homenaje a los veteranos de las Brigadas Internacionales. No se les hizo demasiada propaganda, el programa a que se vieron sometidos fue de rigidez cominterniana y, sin embargo, la acogida popular fue muy emotiva. Recuerdo la inmensa ovación que ofrecieron los estudiantes de mi facultad a un pequeño grupo al que invité para que relatasen sus experiencias en la guerra y la ulterior del estalinismo. Lo encabezaba Lise, la viuda de Arthur London. La concesión de la nacionalidad española a los brigadistas pareció una señal de que la reconciliación se había alcanzado.

Al borde ya de una nueva conmemoración, no es seguro que el clima de cordialidad vaya a reproducirse. Los preliminares anuncian una clara polarización en los juicios, y sobre todo una detestable deriva de signo demagógico, inclinada a los intereses y a la sensibilidad de la extrema derecha. En los años que siguieron a la muerte de Franco, los nostálgicos se conformaron con devorar los libros de Vizcaíno Casas. Ahora el problema es más grave. El PSOE en el Gobierno hizo muy poco por fomentar la memoria histórica, que jugó espontáneamente a su favor cuando en 1993 alguien puso en circulación la especie de que una victoria del PP significaba el retorno del franquismo. No se ocupó de fomentar la explicación a los españoles de la grandeza que en su fracaso representó la democracia republicana, ni siquiera del papel desempeñado por los socialistas en la construcción del régimen. Cuando siendo ministro Semprún hubo una tímida y contradictoria colaboración de Cultura en el homenaje a Azaña en Montauban, el excelente libro resultante ni siquiera fue traducido al español. Hasta Prieto ha sido objeto de un olvido deliberado. Menos mal que una serie de investigadores pusieron por su cuenta en marcha esa aspecto esencial de la memoria que es el análisis de la represión franquista. La importancia de su aportación es cada vez mayor, pero la justa condena del franquismo deja en la sombra la explicación del periodo republicano y por tanto abre la puerta a la equidistancia que plantea Bennassar en el último artículo de Claves: la responsabilidad de ambos bandos es comparable, y el plus del franquismo reside en la represión.

Ahora bien, el revisionismo no surgió de la pluma de historiadores, sino de la acción panfletaria de un pequeño grupo de publicistas que desde hace unos años viene vendiendo con éxito una visión apocalíptica de nuestros años treinta, orientada a encandilar a la derecha. No encontraron obstáculos. Recuerdo cuando en estas mismas páginas se recogió la afirmación de uno de ellos, cargando en un libro contra el mito de las Brigadas Internacionales sin haber visitado siquiera su archivo en Moscú ni conocer los principales libros recientes sobre el tema. Luz verde para el elogio. De acuerdo con esta visión maniquea, el papel desestabilizador de Octubre del 34 resulta desligado del contexto europeo y español, y sin más es presentado como inicio de la Guerra Civil. Como si el general Sanjurjo no se hubiera sublevado ya en el 32, el austriaco Dollfuss no existiera y Gil Robles fuese Adenauer. El quinquenio republicano queda reducido a un museo de horrores, que además sirve para descalificar agresivamente al actual Gobierno. Solamente queda celebrar el regreso de Franco como artífice de una modernización autoritaria. Primo de Rivera ya le precede en esta revalorización póstuma.

Es de esperar que los historiadores intenten escapar de esa tela de araña. No se polemiza con un panfletario. El magnífico libro de Anthony Beevor sobre la Guerra Civil, utilizando esta vez de verdad los archivos de Moscú y la reciente bibliografía sobre el conflicto, es un ejemplo de cómo explicar la lógica de la guerra, no limitarse a contar batallas, y también de cómo entender que si hubo muchas más víctimas en el sector republicano, por la represión de la guerra y de la posguerra, ello no es fruto de la casualidad, sino de una vocación de exterminio que impulsaba ya antes del 18 de julio a los militares sublevados: la «operación quirúrgica» de que habla Franco en noviembre de 1935. Otra cosa es que libros como éste logren contrarrestar el efecto sobre la opinión pública de la cascada de panfletos.