¡Ya es mañana, ya es mañana!

Sobre mesas de partidos y precios políticos

12/06/2006

Don Fernando Savater, que no debe estar con las víctimas, ya que no fue a la mani de Colón, publicó el mismo sábado un interesantísimo artículo en El País, que misteriosamente se me pasó pero que leo gracias al siempre vigilante Berlin Smith, que no sólo lo reseña, sino que lo publica íntegramente. Pues bien, me gustaría llamar la atención sobre un párrafo de dicho artículo, que me parece esencial y me he permitido marcar con negritas, y matizar una de las principales afirmaciones del profesor vasco.

Reproduzco íntegro el párrafo en cuestión, y marco en negrita las líneas que me interesan destacar. Don Fernando es una personalidad polémica, qué duda cabe, pero también es portador de autoridad académica y moral. Por eso merece la pena leer con atención:

Por decirlo suavemente, la actitud del Gobierno en esta tesitura está llena de contradicciones que nos preocupan cada vez más a quienes hemos querido democráticamente confiar en su gestión del asunto. De ahí el recordatorio de la frase de Lincoln citada más arriba. Si de lo que se trata es de que representantes institucionales se reúnan con los jefes de la banda para organizar con ellos el abandono definitivo de las armas, salidas individuales judicialmente aceptables para los terroristas, acercamiento gradual de presos, etc., el asunto puede resultar más o menos vidrioso, pero sin duda merece la pena intentarlo. La «mesa con ETA», por llamarla así, puede despertar preocupación o llamadas a la prudencia, pero no escándalo. Lo que en cambio parece imposible de asumir por instinto de conservación democrático es mezclar esas conversaciones con otras de corte político en las que se involucrarían en un totum revolutun los portavoces del terrorismo, el resto de los partidos nacionalistas y acólitos en busca de réditos por el fin de la violencia (tras haber obtenido tantos antaño de la violencia misma) y los representantes de los partidos constitucionales, es decir, de los ciudadanos que han padecido estos años la coacción terrorista. Y todo ello en una segunda «mesa», «espacio» o lo que sea, situada fuera del Parlamento y de las instituciones, que quedarían así visiblemente suspendidas y entre paréntesis derogatorios como ETA siempre ha pretendido.

A partir de aquí, don Fernando arma un articulo en el que viene a decirnos que si bien acepta la primera parte de la negociación, no ocurre lo mismo con la segunda, es decir, no acepta la «mesa de partidos», no acepta que el fin de la violencia tenga contrapartidas políticas; no acepta en definitiva el precio político, y le pide al Gobierno que no lo pague. A lo largo de todo el artículo, muestra Savater dudas razonables de que el Gobierno puede estar cayendo en la tentación de pagar ese precio, y concluye mostrándose partidario escéptico de la confianza, pero no a la confianza ciega. ¿Dónde poner la línea, cuál es la raya que marca el límite entre la confianza y la ceguera?.

Desde mi punto de vista no existe la tentación de pagar ningún precio político. A juicio de Savater, el hecho de que el PSE se reúna con Batasuna demuestra que ya hay un acuerdo con los nacionalistas «-tanto con los que muerden como con los que de momento llevan el bozal puesto-«, y que por lo tanto el precio político está en marcha. En mi opinión una cosa no demuestra la otra; no hay más pruebas de que ese acuerdo exista, y sí las hay de lo contrario, ya que de haber sido así, el Plan Ibarretxe habría sido aprobado en el Congreso de los Diputados con los votos del PSOE.

El análisis que desde mi punto de vista hace el PSE, es mucho más simple: ETA ha declarado una tregua permanente, lo cual, significa poco, porque no hay razones para fiarse demasiado. Sin embargo, si se consigue que Batasuna, el partido que ha hecho tradicionalmente las veces de portavoz de ETA, condene la violencia, la vuelta atrás es mucho más difícil. Si Batasuna condena la violencia en las condiciones actuales, es muy difícil que encuentre de nuevo razones para volver a utilizarla. Por otra parte, el propio Savater considera deseable que Batasuna vuelva a la legalidad. Y ese es, desde mi punto de vista el verdadero fin de la entrevista del PSE: convencer a Batasuna de que complete el círculo y condene la violencia. No hay motivos -más allá de la mala voluntad de algunos analistas- para pensar otra cosa.

Por otra parte, tiene razón Savater cuando dice que no es necesaria una mesa de negociación política al margen del Parlamento. Sin embargo, lo cierto es que el Parlamento de hoy no es totalmente representativo de la sociedad vasca. De él está ausentes algunas posiciones, y no precisamente por falta de apoyos políticos. Si lo que se busca es que quienes utilizan hoy la violencia como instrumento político dejen de hacerlo y se integren en las instituciones, es evidente que esa situación deben corregirse en cuanto sea posible y cuando se den las condiciones que exige la ley, es decir, en cuanto Batasuna condene la violencia.

La mesa de partidos no tiene sentido, efectivamente, pero tampoco debe ser motivo para que nadie se rompa las vestiduras. Los partidos se relacionan fuera del Parlamento constantemente, y tenemos un ejemplo claro de ello en el Pacto Antiterrorista, que se firmó por los dos grandes partidos fuera del Parlamento precisamente para no tener que negociarlo con las formaciones minoritarias. Por eso, los partidos vascos que quieran hacerlo están en su derecho de reunirse en la mesa que consideren oportuna y en llegar a los acuerdos que les parezca. Otra cosa es que esos acuerdos sean vinculantes. No lo serán, pero si esas reuniones sirven para acercar posiciones, para atraer a Batasuna hacia las prácticas democráticas y para erradicar la violencia, bienvenidas sean.

Para terminar, unas palabras sobre el precio político. Coincido con Savater en que no se debe pagar un precio político por el fin de la violencia, pero hay que ver la moneda desde sus dos caras. Los partidos políticos que son partidarios de una mayor descentralización o incluso de la independencia tampoco tienen por qué renunciar a sus posiciones por el hecho de que ETA abandone las armas.