En Twitter, todos somos unas ratas, pero en la calle unos somos moralmente superiores a otros.

¡A la salud de todos ustedes!

07/03/2007

Miren, verán ustedes, cuando he llegado a casa, del trabajo, a eso de las siete de la tarde, como todas las tardes, me he sentado ante el ordenador para comprobar cómo había ido el día por aquí. Las visitas, el lugar en el ranking de 20 Minutos, y esas cosas rutinarias. Y voy y me encuentro con que tengo a esas horas 3.500 visitas. ¡Rayos! ¿Qué ha pasado?. Pues esto. Libertad Digital ha decidido dar una lección más de honestidad periodística y de mala educación y ha destripado el post intitulado «Aznar también es el Anticristo» que les regalé a ustedes hace un par de días, eso sí, sin dar la oportunidad a sus lectores de que lean el artículo original poniendo un enlace. Supongo que les consideran idiotas, aunque la mayor parte de ellos me han localizado a través de Google. ¡Qué gente! Mi primera reacción ha sido contestarles con una diatriba indignada, pero claro, cuando he leído bien la información publicada por Libertad Digital, la verdad es que me han dado un poco de pena. Incluso he sentido ternura por ellos. Pero qué pobre gente. Así que he decidido no responderles y dedicar el tiempo que iba a malgastar en armar una respuesta razonada que no iban a entender a meterme entre pecho y espalda unas maravillosas cocochas de bacalao que tenía a remojo y cuya foto pueden ver sobre estas líneas. Las he preparado al pilpil, ya saben ustedes: fríen unos ajitos y unas rodajitas de guindilla en aceite de oliva, lo retiran cuando está el ajo bien dorado y entonces ponen en el aceite las cocochas y comienzan un meneo decidido, firme, viril y patriótico, como si estuviesen ustedes en la checa, ajustándole las cuentas a algún pepero por sus ideas erróneas y contrarevolucionarias, y en seguida verán que cuaja la salsa, que el aceite pierde su transparencia y se vuelve amarillito, más duro, con ese leve toque naranja que le da la guindilla. En el momento en el que las cocochas pierden el aspecto gelatinoso del pescado crudo, pueden parar el meneo y repartir los ajitos y la guindilla fritos por encima. El preso reaccionario ha purgado sus culpas y ya puede usted dar buena cuenta del rico manjar, acompañándolo con mucho pan y agua bien fría. La necesitarán, se lo aseguro. Yo me las he comido a la salud de don Federico, a quien quiero mucho.

NOTA: Sobre este tema escriben don Antonio, don Gracchus, el Camarada Ceaucescu, un tipo muy feo de Cuenca, la patochada de Dircom Digital, don L.Vorzheva, que escribe en inglés, don Dante Pombo de Alvear, que me incluye en un especial sobre hooligans, don Elentir, un chico muy majo que me asciende a dirigente de IU, don PacoBetis, pesadísimo, y la pobre doña Natalia Pastor, que no sabe nada de la existencia de los acentos. Se lo agradezco. A todos y todas, de verdad. Y a los que vengan.

Y el editorial de Libertad Digital se ocupa también de mi insignificate, pero voluminosa persona. ¡Qué mundo éste, Madre de Dios!