A mí, el tomate frito me gusta muy dulce, por eso le pongo tres cucharadas soperas de azúcar por medio kilo de tomate.

¿Se tortura en España?

20/01/2008

Hace unos días escribí una anotación en esta bitácora en la que me limitaba a poner en entredicho la actitud vital de aquellos que deciden dedicarse a una actividad peligrosa e inmoral, como es el terrorismo, pero sin asumir el riesgo que ello supone: si a un aguerrido gudari de artillería le estalla una bomba en las manos, las calles de Euskadi se llenan de patriotas que protestan por la muerte del joven a manos de las fuerzas de ocupación. Si un valiente gurari de infantería es capturado en un enfrentamiento violento con la policía y se le rompe una patriótica costilla, las calles se llenan de abertzales, y en toda la publicística de cierto punto de la izquierda hacia el abismo, todo se llena de tinta negra en la que se da por seguro que al joven luchador se le ha torturado de manera insoportable, porque no hay duda: se le ha torturado. En aquel texto, sólo quería criticar una actitud ante la vida, que en realidad no es de los terroristas solamente, sino que es de la sociedad toda: el materialismo propio de una sociedad que se considera acabada a sí misma y la ausencia de valores han llegado a tal punto que no aceptamos la posibilidad de que las cosas no salgan como nosotros esperamos: es la sociedad basura.

Sin embargo, ese artículo fue entendido -quizás por mi falta de habilidad para hacer entender lo que en realidad quiero decir- como una defensa de la tortura o al menos, como una defensa de la tortura en determinadas circunstancias. Nada más lejos de la verdad. No acepto la tortura. Estoy radicalmente en contra, como no puede ser de otra manera en alguien que se considera -que lo es realmente- demócrata, y creo que hay que perseguir a los torturadores, como creo también que no hay que indultarlos tan alegremente como lo hacen los diferentes gobiernos que ha habido en nuestra democracia. Otra cosa es que crea, como creo, como cree cualquier demócrata, que en el transcurso de una detención o en un enfrentamiento con delincuentes de cualquier tipo, los agentes de la autoridad pueden y deben hacer un uso proporcionado de la violencia para imponer el cumplimiento de la ley. Si un delincuente huye, se le persigue. Si un delincuente te dispara, se le responde, y si se resiste a la detención se le inmoviliza, aunque ello suponga lesiones. Los agentes de la autoridad tienen el derecho a la legítima defensa, mientras que aquellos a los que se les da el alto sólo pueden detenerse y obedecer las órdenes recibidas, y esperar a ser conducidos ante el juez en el plazo legal establecido, para hacer valer sus derechos ciudadanos. No cabe otra posición en democracia.

Una cosa bien distinta es que haya o no torturas en España y que esté o no extendida su práctica. En la anotación a la que me refiero más arriba, alguien saca a relucir un informe actual de Amnistía Internacional sobre la tortura en España, intitulado Sal en la herida, la impunidad efectiva de agentes de policía en casos de tortura y malos tratos en el que parece que se concluye que la tortura y los malos tratos no son una práctica tan esporádica como algunos quieren creer, aunque tampoco está tan extendida ni es tan sistemática como les gustaría a otros. En dicho informe, Amnistía Internacional dice lo que sigue:
Aunque Amnistía Internacional no cree que los malos tratos a manos de funcionarios españoles encargados de hacer cumplir la ley sean algo habitual, basándose en sus investigaciones la organización no está de acuerdo con la afirmación de que constituyen hechos aislados, de cuya comisión sólo cabe responsabilizar a unos cuantos agentes de policía deshonestos. Amnistía Internacional reconoce las dificultades que encuentran los agentes de policía para cumplir con su deber cuando se enfrentan a personas que pueden ser peligrosas y violentas, así como los riesgos personales que corren.

Asimismo, la organización reconoce que a veces se pueden formular acusaciones falsas contra los agentes, pero considera que la persistente ausencia de investigaciones adecuadas de cada denuncia de malos tratos ni contribuye a conseguir que los responsables rindan cuentas de sus actos ni sirve para garantizar que se limpia debidamente el buen nombre de los agentes acusados en falso. La falta de investigaciones no protege ni a las presuntas víctimas de los malos tratos ni a los agentes que puedan ser víctimas de las falsas denuncias.

Amnistía Internacional reconoce que la reputación de la gran mayoría de los funcionarios encargados de hacer cumplir la ley, que cumplen su deber con profesionalidad, se ve empañada injustamente por los actos de los que son responsables de malos tratos. Una vez más, el hecho de que no se garantice la rendición de cuentas de quienes infligen malos tratos, la cual incluye mostrar a la ciudadanía que se ha hecho así, contribuye aún más a menoscaba la credibilidad del conjunto de los organismos encargados de hacer cumplir la ley de España. Las investigaciones de Amnistía Internacional indican que los casos documentados en el presente informe no son incidentes aislados. De hecho, se han escogido como ejemplos de las reiteradas deficiencias del sistema.
Amnistía Internacional es una organización que merece toda mi confianza y mi simpatía. Por ello, acepto como bueno este informe. Me he he preocupado por hacer una pequeña estadística sobre estos los ejemplos que menciona AI en la última línea de los párrafos reproducidos: habla de unos 14 casos de malos tratos, aunque como algunos son colectivos y habla de ellos en varias ocasiones, no queda claro si se trata de alguno más. Sólo uno de ellos tiene que ver con el entorno etarra. Y aún en este caso, no se trata de un caso actual de torturas, sino de un caso de impunidad de los culpables de las mismas cometidas muchos años atrás.

No tengo más fuentes que Amnistía Internacional. No tengo datos fiables -ni no fiables- sobre la tortura en España- Pero las conclusiones que yo saco de la lectura del informe que se ha querido usar como elemento de autoridad para demostrar que se torturó a Igor Portu, en realidad son algo que ya sabemos: que en los últimos años se ha producido un incremento preocupante de los casos de malos tratos en las dependencias policiales españolas y que no se toman medidas suficientes de prevención y represión de estos graves delitos, que son especialmente dañinos para la credibilidad democrática. Esto es algo que, por cierto, puso de manifiesto el conseller catalán de interior, Joan Saura, cuando hizo públicos los vídeos obtenidos en la comisaría de Les Corts, en Barcelona.

Sin embargo, lo curioso del caso es que los malos tratos a los que hace referencia AI en su documento y en otros textos, no se producen en las personas de los presuntos terroristas detenidos: los casos citados en el informe de Amnistía Internacional son casi siempre casos fortuitos, casuales y no preparados, producto de un enfrentamiento en la calle o durante una detención. De hecho, en la sección que tiene Amnistía Internacional dedicada a España en su web, cita como motivos de precupación sobre los derechos humanos en España la situación de los inmigrantes, el racismo y la xenofobia, la violencia de género, la falta de reparación a las víctimas de la dictadura, y la actividad terrorista de ETA. De los posibles malos tratos a presuntos etarras detenidos sólo dice que hay muchas denuncias. Lo cual, por otra parte, es cierto, porque forma parte del protocolo habitual del etarra detenido denunciar malos tratos durante la detención, como ha quedado de manifiesto en numerosas ocasiones antes de ahora, y ahora mismo, en la documentación intervenida, precisamente a Igor Portu.