Oiga, no sea descreído. Es propio de gente de poca fe…

Las medallas de Pekín o los nuevos héroes nacionales

21/08/2008

Inicio con el presente una serie de tres o cuatro comentarios que mi merecido retiro vacacional me impidió escribir en semanas anteriores. Vienen hoy al caso unas líneas sobre las Olimpiadas al hilo de la negativa del Comité Olímpico Internacional a llevar a cabo ningún acto en señal de duelo -incluso de la prohibición de los atletas españoles de llevar señales visibles de luto- por la muerte de 150 personas en el accidente de aviación que ayer se produjo en el aeropuerto de Barajas. Las 150 víctimas de Barajas son la percha de la que voy a colgar este comentario, porque hay muchas víctimas anteriores de las que pasa olímpicamente la más alta autoridad olímpica mundial: los súbditos -que no ciudadanos- chinos fusilados cada día por defraudar al fisco, falsificar medicamentos, traficar con estupefacientes o ser partidarios de un Tibet libre de la tiranía china; las víctimas rusas, georgianas u osetias de la guerra de estas últimas semanas, o los fallecidos en el accidente aéreo de ayer, son testigos ya mudos de esa degradación moral que caracteriza al deporte profesional, a sus dirigentes-negociantes, y a los propios deportistas, salvando algunas excepciones, supongo (yo no las conozco, pero hago mención a ellas por no ser injusto, que alguna habrá).

No salía de mi asombro a principios de agosto en esa bella comarca gerundense que es el Ampurdán (mar y montaña) cuando leía en mi ex-periódico de referencia que el COI había prohibido a los atletas hacer declaraciones políticas. Y no salía de mi asombro no tanto por la prohibición en sí de los dirigentes negociantes como por el hecho de que los atletas, gente del pueblo, como usted y como yo, acatasen tan injusto e ilegítimo mandato. Un importante miembro de la delegación española reunió a nuestros heróicos atletas y les recordó la importancia especial que tiene este año la prohibición de hablar de política: había que evitar  ofender a los sangrientos sátrapas chinos. Y los atletas, chitón, como está mandao. Tan sólo una de nuestras semidiosas se interesó por un tema muy indirectamente relacionado con la política, y contestataria, replico: «Ya, pero ¿habrá jamoncito?«. Y es que la tiranía china tiene prohibida la importación de nuestro preciado pernil, aunque para la celebración de los juegos hicieron una excepción especial que permitió a nuestros héroes nacionales degustar sabrosas tajaditas del ibérico manjar mientras en alguna provincia, a muchos kilómetros de allí, fusilaban de un tiro en la nuca pagado por la familia del reo, a algún desgraciado impresor de octavillas contestatarias.

No es demagogia. Es verdad. «Prohibido hablar de política«. Y punto pelota. China es un país excepcional. No es el país en el que se condena a muerte y ejecuta a más personas al año, sino que es un país en el que la pena de muerte se utiliza de manera más generalizada para reprimir comportamientos que en otros países se zanjan con sanciones administrativas o multas, e incluso para los delitos políticos. Los atletas de los países civilizados, que son personas que tienen gran cantidad de seguidores en sus países de origen e incluso fuera de ellos, que son -incomprensiblemente- personas admiradas por jóvenes y no tan jóvenes, que tienen públicos pendientes de lo que hacen, de lo que dicen (cuando saben decirlo), de con quien se restriegan, de cómo se visten, de qué perfumes utilizan y qué coches conducen… podían haberse puesto de acuerdo, podían haber hecho algún tipo de declaración conjunta sobre la salvaje violación de los derechos humanos que se lleva a cabo de manera constante, compulsiva y sistemática en China. Ante una simple declaración conjunta en defensa de los derechos humanos y en contra de la pena de muerte realizada por la mayor parte de los atletas, considerados como semidioses, a juzgar por el espacio y el tiempo que ocupan en los medios de comunicación, el COI no hubiera podido reaccionar expulsándolos a todos, y habría tenido que ceder en la prohibición. Y la tiranía china, hubiera tenido que envainársela ante el ejercicio de sus derechos por parte de ciudadanos libres de países civilizados.

Pero los atletas se callaron la boca -salvo los georgianos, por cierto, que hicieron una declaración claramente política que el COI paso por alto, al anunciar que se pensaban enrolar en el ejército de su país cuando volvieran, para participar en la criminal agresión contra Osetia del Sur-. El negocio de los cabecillas  olímpicos y las carreras de los deportistas, al parecer, peligraban. Es un convencimiento mío desde que era pequeño que el deporte de competición, en especial el deporte profesional, saca lo peor de las personas, porque al final, de lo que se trata es de primar el instinto sobre la razón y convertir a la competitividad, la agresividad y la violencia más o menos controlada en norma principal de comportamiento.

Ganar es lo único importante. Traer medallas a casa para subir el caché y anunciar yogures que nos ayudan a cagar, perfumes que nos hacen parecer más machos, coches que vienen con buenorra incluída en el sillón del copiloto y relojes que pesan más que un tren de mercancías, es lo que mola… A costa de lo que sea.

Y chitón.