Gracias a Mendel, ahora todos somos herederos de algo

¿Está A Sueldo de Moscú realmente a sueldo de Moscú? (y 5)

18/09/2008

Esta entrada es continuación de ésta, de ésta y de ésta y de ésta otra.

Comienzan ustedes a leer, supongo que aliviados, la quinta entrega de la serie en la que nos preguntamos si realmente estoy a sueldo de Moscú. Esta es la entrada en la que voy a explicar cuál es mi opinión acerca de las relaciones entre EEUU, la Unión Europea y Rusia. Tengo para mí que Estados Unidos actúa, desde la desaparición de la Unión Soviética, con un objetivo claro e indisimulado: evitar que la Unión Europea y Rusia establezcan una estrecha relación de amistad. Y para ello, utiliza a aquellos de los antiguos países del Este que más favorables le son dentro de la Unión Europea y de la OTAN.

Pero el problema no está tanto en Estados Unidos, que hace muy bien en defender los que cree que son sus intereses, como en la propia Europa, que, a pesar de no deberle nada a Estados Unidos, vive enterrada en todo tipo de complejos, como si tuviese que justificar algo o como si tuviese alguna deuda de sangre con los Estados Unidos. En mi opinión, Europa debe plantearse la unidad política sobre bases realmente democráticas, y por lo tanto debe plantearse una política exterior realmente común que contemple a Rusia como su aliado preferente.

Rusia forma parte de Europa por razones geográficas, históricas y culturales, y los países europeos tienen cada vez más intereses económicos y comerciales en Rusia. Además, nos guste o no nos guste, Rusia es suministrador y distribuidor de recursos energéticos. Todos estos son motivos más que suficientes para establecer lazos de amistad entre la Unión Europea y Rusia, al margen de lo que Estados Unidos opine sobre el tema o de que le venga mejor o peor. Por otra parte, Rusia nunca podrá integrarse en la Unión Europea, no por razones geográficas o políticas insalvables, sino porque es imposible que Rusia forme parte de una federación –que es por definición una unión entre iguales o similares-, ya que ello crearía desequilibrios importantes en el reparto de los recursos comunes y sería objeto de innumerables tensiones y más que probables intentos de control político. El territorio y la población son los dos criterios en función de los cuales se reparten los recursos en cualquier federación, y Rusia casi triplica a Alemania –la nación más poblada de la UE- en cuanto su población, mientras que su territorio es inmensamente más grande que cualquiera del resto de las naciones europeas. A ello hay que añadir el evidente carácter nacionalista de las autoridades y de la población rusas.

En mi opinión, y por estas circunstancias, Rusia está condenada a mantenerse sola y a no poder integrarse en ninguna federación de ningún tipo. Los dos intentos de federación en los que Rusia ha participado han terminado dominadas política y económicamente por Rusia y han fracasado: la URSS y la CEI. Pero esta imposibilidad de integrarse en una Federación no convierte a Rusia en un enemigo, ya que seguimos compartiendo con ella intereses comerciales, económicos y energéticos, entre ellos, y no es pequeño, la reducción de la dependencia de las monarquías absolutas árabes y el escapar a los intentos de control de nuestras vías de suministro energético de un país ajeno y lejano a Europa como es Estados Unidos.

Por otra parte, es cierto que Rusia no tiene una gran tradición democrática. Unos pocos años en los primeros tiempos de la revolución, hasta que los bolcheviques se hicieron con el poder, y los que han pasado desde el derrumbamiento de la URSS, constituyen la escasa historia democrática de Rusia, que por cierto tiene sus sombras, en algunos casos muy oscuras. Sin embargo, hoy por hoy, Rusia es una democracia que elige a sus legisladores y a sus gobernantes. Y a diferencia de lo que ocurre en Estados Unidos, la ley exige que para que cualquier elección sea válida, participe al menos el 50% de los que tienen derecho a voto. Es cierto que ha habido acusaciones de fraude contra algunos de los últimos procesos electorales rusos (que más bien han sido rabietas de los perdedores, acostumbrados a ser tratados como estrellas en los campeonatos internacionales de ajedrez) pero no es menos cierto que esas acusaciones se han dado últimamente en Estados Unidos y en la Comunidad de Madrid, por citar algunos ejemplos. En cualquier caso, aquel país que este libre de culpas como ilegalizar partidos políticos, secuestrar publicaciones por sus contenidos políticos, electrocutar negros o mantener campos de concentración a espaldas de cualquier ley, que tire la primera piedra.

Rusia está tan fuera de sospecha acerca del carácter democrático de su régimen político como la Comunidad de Madrid, el reino de España o los Estados Unidos. Es una democracia quizás menos sólida y desarrollada que las de los países de Europa Occidental, pero más que algunos países que Estados Unidos presenta como modélicos estos días, como Ucrania, la propia Georgia o los mismísimos Estados Unidos de América, que todavía no han cerrado el campo de concentración y torturas de Guantánamo.

En definitiva, la Unión Europea debe dejar de mirar al oeste y mirarse a sí misma, definir sus intereses de manera independiente, no dejarse avasallar ni acomplejar y configurar una política exterior común independiente de Estados Unidos. Concluirá necesariamente que nuestro aliado preferente es la Federación Rusa.

He terminado. Quiero pedirles a ustedes perdón por esta aburrida serie de sermones, pero no he tenido más remedio. Ha sido en defensa propia.