Estoy en el centro de mi mundo, y soy incapaz de ignorar tal cosa.

Entre lo malo y lo peor, nada.

17/05/2012

Discutir sobre si el PSOE es de izquierdas o no es absurdo y no lleva a ninguna parte. La discusión debe centrarse en si se pueden formar gobiernos de izquierda con él, si se le puede apoyar en determinadas ocasiones, si es mejor dejarle gobernar para evitar que gobierne el PP, o sobre si PP y PSOE son lo mismo y por lo tanto da igual quién gobierne. Esos son en mi opinión los términos del debate sobre la relación de la izquierda con el PSOE.

En una situación de normalidad democrática, mi opinión es que si la izquierda no tiene mayoría para gobernar sola (y nunca la ha tenido en España en todo el actual proceso constitucional) , debe intentar llegar a acuerdos con el PSOE para formar gobiernos progresistas que ejecuten políticas de progreso. Esa es mi opinión, y de hecho, durante 10 años he trabajado para un gobierno de Izquierda Unida y el PSOE en Rivas que ha sido extremadamente positivo para la ciudad.

Sin embargo, no estamos en una situación de normalidad democrática, sino más bien de excepcionalidad. A lo largo de los últimos años se han realizado importantes reformas económicas y sociales dictadas por intereses económicos y políticos extranjeros que tienen por objetivo cuartear el estado del bienestar y convertirlo en un complejo conglomerado de negocios privados con clientela cautiva. Estas reformas se han intensificado en los últimos meses, y además,van acompañadas de medidas y actuaciones tendentes a recortar, además de los derechos sociales, los derechos políticos y civiles, que, en teoría, no estaban en cuestión.

Hay que decir que estas reformas, por más que el PP las ejecute con mayor pasión, intensidad, e incluso placer, no son exclusivas del PP, sino que han sido impulsadas también por el PSOE. En ocasiones, pactadas, como la reforma constitucional que ata las manos a cualquier gobierno para llevar a cabo políticas públicas de carácter social, o la liquidación del sistema impositivo progresivo, que se ha llevado a cabo por gobiernos socialistas, principalmente.

Todo esto está ocurriendo en España, pero es lo mismo -quizás con menor intensidad o dramatismo, pero en la misma dirección- que está ocurriendo en Grecia. La situación en la Unión Europea, especialmente en aquellos países en los que la especulación ha provocado las llamadas crisis de deuda soberana, es de excepcionalidad democrática, y en esta situación, cambia el criterio general: ya no está tan claro que merezca la pena llegar a acuerdos con el PSOE para gobernar nada, ni siquiera elegir entre PSOE y PP, porque ello pone a la izquierda en situaciones indeseables, como por ejemplo, tener que asumir a los pocos días de llegar al gobierno, un recorte salarial para los funcionarios, que es lo que ha pasado en Andalucía.

Efectivamente, no estamos en una situación de normalidad democrática. Estamos en pleno proceso de destrucción de derechos económicos, sociales, civiles y políticos, con la complicidad y la colaboración de los partidos del régimen: PSOE y PP. Por eso, la única respuesta posible es la no colaboración, que es lo que está haciendo Syriza en Grecia. Es muy posible que PSOE y PP no sean lo mismo, pero hacen lo mismo, y apoyar a cualquiera de las dos formaciones en gobiernos concretos, hoy por hoy, supone acabar colaborando con los recortes sociales y políticos, algo que la izquierda no debe asumir, de ninguna manera.

Por eso, en mi opinión, y en tanto no se recupere la normalidad democrática, el PSOE está en la otra orilla y no se debe colaborar con él. Nunca. Ni en Asturias, ni en Andalucía, ni en Extremadura, ni en España. ¿Que el sistema se hunde? No es problema: no es nuestro sistema y tenemos otro mejor. El ejemplo, salvando las distancias, es Syriza: no colaboración radical, aunque el país sea ingobernable. ¿Qué problema tenemos en España? Que la izquierda no tienen ni la credibilidad ni los líderes para un proceso político como el griego.

He dicho.